domingo, 28 de febrero de 2010

Ciclovía: Transportes y comunicaciones


Imagen: A0.vox

Mucho se dice de la bicicleta como medio de transporte: que es el vehículo más eficiente del mundo en cuanto a su relación energía - performance; que es ecológicamente limpio, barato, sencillo de mantener y reparar. Saludable. Pero poco se habla de sus cualidades como medio de comunicación.

No por el hecho de unir puntos en el espacio. Nuestras piernas bastan para eso. La bicicleta logra algo más difícil: unir dos circunstancias aisladas en el tiempo. Crear lazos entre dos o más generaciones.

Por sus vínculos con las primeras etapas de la vida, la bicicleta simboliza un vigor juvenil que revitaliza al ciclista (por lo menos cuarentón) que se encarama sobre sus mandos. Los más jóvenes, al contrario, se suben a la bicicleta como quien asume la responsabilidad de estar creciendo. Como si fuera el primer eslabón de una cadena que terminará, eventualmente, en un vehículo motorizado.

No importa en realidad el motivo. Una vez sobre el sillín, la naturaleza esencial de la bicicleta nos obliga a despojarnos de lo superfluo, exactamente lo contrario de subir a un automóvil. El biciclo no permite transportar más que a nosotros mismos, a condición de convertirnos en un motor de dos tiempos. Para algunos, un trámite humillante. Para el ciclista, una declaración de independencia.

Liberados de su precaria situación de ser bípedos, con el encargo celoso de guardar el equilibrio, padre e hijo, tío y sobrino, abuelo y nieto están listos para compartir la gran riqueza del camino. Una experiencia bien grande.

No se trata de la típica comunicación de las palabras, tan imperfecta y engañosa. Es la comunicación, mucho más completa, de las sensaciones internas a través de ciertos paisajes de los que formamos parte. La conversación, si se da, es casual. Pero como nunca, su musicalidad está llena de acordes profundos.

Al aire libre el camino vuelve a tomar el sentido de promesa que tenía cuando éramos nómades. No se disuelven las jerarquías, se hacen tolerables. El niño pretende ser adulto en su estilo de dominar una máquina. El adulto pretende ser niño en su forma de disfrutar una curva.

Por primera vez, al mismo tiempo, parecen estar dispuestos a prestarse atención uno al otro. Dos conjuntos cerrados que se interceptan en un punto. Dos solitarios que formalizan una tregua. No importará que los ciclistas se lleven veinte o treinta años de distancia, ni que el resto de los días regresen al aislamiento de las tareas cotidianas.

Compartir un paseo en bicicleta es un misterio que restituye la posibilidad de estar juntos, aún a costa de nuestras edades y parentescos. Una virtud que las caminatas han ido perdido en los pasillos luminosos de esos centros comerciales que ahora llamamos, con eufemismo, "ciudades".

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Pablo Vásquez para Sophimanía

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Maravillosa entrada, tanto por el contenido como por la forma.
El adulto pretende ser niño en su forma de disfrutar una curva. Una frase muy emotiva.

Cinco bicicletas tengo. Las reparo, las engraso, las presto a quien lo necesita.
Mucho hablamos de la bici, sobre todo los políticos, pero lejos queda de ser la reina de la calle mientras se siga prestando la importancia desmedida que se le da a los coches en las ciudades.

Un precioso artículo.

Pablo Vasquez dijo...

Hola Dialogotomía, como siempre, gracias por visitarnos y por tus generosos comentarios, y felicitacioines por tu filosofía de prestar bicicletas a quien lo necesite. Un abrazo.

Nuevas Tecnologías dijo...

Soy el administrador de INKARIDERS un grupo de ciclistas que vamos desde los 17 hasta los 56 años (no tenemos lìmites ni de sexo ni de edad) y como tal, me tomo la libertad de aplaudir la que claranmente se expone, con el añadido que el ciclismo nos permite realmente "estar" en los lugares que visitamos, considero que viajar en moto o en coche es divertido y también nos moviliza, pero ahí somos casi meros espectadores de lo que ocurre en nuestro entorno, es casi como ver el entorno por un aparato de TV, total... si te aburres, con solo accionar el acelerador ya estás en casa. Con el ciclismo es distinto, he tenido ocasión de ir hasta Cañete, de treparme el San cristóbal, bajar 5 veces desde Ticlio, desde Canta, Huachupampa, San pedro de Casta, tengo amigos que han recorrido el Callejón de Huaylas y otros que han llegado a la Argentina, hacerlo a punta de pedal es sentir cada momento de la travesía, es disfrutar, es vivir al 100% cada instante de la ruta y del tiempo de vida implicado en la travesía; es un puro canto al ser humano, a la vida real y a la libertad!
Si se interesan en pedalear por las rutas que deseen los invito a visitarnos:
www.inkariders.com

Saludos Ciclísticos
Gustavo A. Alva Ducato

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