sábado, 13 de febrero de 2010

Ciclovía: En busca de la bajada eterna



Fumar mariguana es un proceso que puede ser descrito por las palabras prendida, subida, estón, en algo, bajada y flashback.

Cada una de ellas describe una acción o sintomatología concretas. Bajada por ejemplo, es el final del ciclo. Luego del clímax (risueño o depresivo, de acuerdo al estado de ánimo del sujeto) la cannabis comienza a disminuir sus efectos.

Los esquemas de pensamiento racional, que durante la euforia se habían liberado de sus ataduras cotidianas, vuelven a dibujar los contornos de lo imaginario y de lo socialmente aceptable, induciendo al consumidor a un estado de melancolía culposa, conmúnmente verbalizada por el binomio: "tengo hambre".

El título de esta columna no alude a ese tipo de bajada.

Si la bicicleta la hubieran inventado en el siglo XV, Colón no habría tenido problema en demostrar que la Tierra no es plana. Basta tener más de cuarenta años y pedalear una vuelta por Lima para aprender que hay calles que están en bajada y calles que están en subida.

Uno aprende también que en la filosofía de dos ruedas los cambios sustentan las revoluciones y que manejar cara al viento es un placer que nada tiene que ver con lo experimentado en la niñez o la adolescencia -edades poco propicias para valorar el ocio- sino con eufemismos adultos absolutos como "libertad" y con traumatismos encélafo craneanos relativos al hecho que entre los automovilistas y los ciclistas existe una guerra no declarada por derechos de asfalto.

Pero más que un riesgo o un ejercicio físico, la bicicleta es un buen ejercicio mental. Al abrigo de una actividad que exige atención, coordinación y esfuerzo, las neuronas se liberan y entran en una especie de catarsis creativa en la que las ideas fluyen con facilidad. Mis mejores pecados se me han ocurrido en tales trances.

No todo es felicidad, por supuesto. Las subidas son una factura insoslayable. Cuesta arriba, uno va bajando los cambios a medida que los muslos se van tensando. Se avanza cada vez más despacio y se suda. En esos momentos el ciclista fantasea sobre la posibilidad improbable de que todas las calles del mundo sean en bajada, libres de autos y huecos.

Como la vida, pedalear se convierte en la búsqueda de una bajada eterna que no existe, pero que llega a puchos, cómplice de la dirección de alguna avenida. Entonces, mientras baja otra vez, el ciclista se reconcilia con el mundo y piensa que la vida vale la pena ser pedaleada. Pero tal pensamiento vale un comino. Cercano al éxtasis, ha dejado de pensar con ecuanimidad y ha sucumbido al placer de romper el viento con la cara.

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Pablo Vásquez para Sophimanía

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Interesante entrada.
Nos pesa la cabeza porque la gravedad la atrae hacia abajo, o quizá deberíamos hablar de la deformación del espacio para ser más técnicos.
¡Qué esfuerzo! Levantar la cabeza.
La Naturaleza nos dota de músculos para vencer esa fuerza que nos quiere aplastar contra el suelo y pretende dejarnos tumbados todo el día. Desde ese momento, ya no hay descanso ni bajada. Todo es subida. Subida para no morir de hambre, subida para no quedarnos pudriéndonos en un sofá, subida para llegar al cobijo de nuestra casa...
La vida es como un termómetro que siempre y sin que nosotros queramos tiende a descender su temperatura de modo constante y sólo mediante el esfuerzo y el empuje conseguimos elevar unos grados esa temperatura, pero no nos despistemos, pues seguirá intentando bajar y bajar, hasta que consiga llegar a cero grados (si consideramos el cero como el estado de mayor equilibrio: la muerte)
Mantener ese termómetro arriba supone un esfuerzo que no ofrece tregua alguna. Sólo cuando me calzo los patines o me monto en la bicicleta y me tiro por una cuesta abajo siento que puedo relajarme por un segundo, pero aún así, no quedo libre de cierto malestar porque sé que tendré que de alguna manera tendré que subir lo que he bajado...

Un saludo.

Unknown dijo...

estimado Pablo:

Hace unos tres años descubrí las propiedades de correr.
Aquí en Uruguay le dicen "hacer footing" o "aerobismo", aunque últimamente las marcas impusieron el más proactivo "running".
En mi caso fue más una salida terapéutica que una cosmética. Lo mejor para una cabeza febril es poner el cuerpo en tal nivel de compromiso que sólo se pueda estar en el aquí y ahora, en ese acto de avanzar porque sí, porque no hay otro remedio.
Mi esposa me ve irme y volver todos los días sin comprender demasiado por qué he mantenido esta sólida constancia y yo le contestó que es por desesperación. Ella cree que bromeo, pero no.
Hablando con gente que corre desde hace más tiempo descubrí que el esfuerzo en espacios abiertos es algo más que un excelente calmante para gente crónicamente equivocada. Es también una forma notable de management personal. ¿Cuántas veces el viento te habrá obligado a bajar tus pedaleadas para poder llegar a puerto?
Correr me enseñó a administrar otros vientos en contra de la vida personal.
Ejercitarte es establecer tus propios límites (otros te pasan como poste y uno lo acepta estoicamente), reconocerte en tus improbables logros y saber que estás más solo que nunca en tu estúpida meta de salir y llegar.
Por supuesto, como todo viaje tiene su costado divertido.Es maravilloso ver a la gente corriendo porque se corre como se vive. Algunos trotes son de almidonada elegancia y también están los que, como yo, corremos como podemos, guardando cada centímetro cúbico de oxígeno por que probablemente sea el último.
Comparto contigo que algunas de las peores ideas que he tenido en los últimos tiempos probablemente hayan surgido en esos momentos de soledad. NO podría precisar el momento. Es que a veces se cuelan en los momentos menos pensados, pero uno sabe que provienen de allí, de mi parentesis de 50 minutos diarios, en los que soy yo por un rato, sin ego y con mis miserables capacidades aeróbicas intactas.

un abrazo.

Antonio Álvarez

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Impulsamos el conocimiento de temas que por coyunturas políticas, pasan a 2do plano. Creemos que solo nuestro instinto por saber, conocer, explorar, cuestionar, construir, ha permitido que nuestra especie ocupe este espacio-tiempo, y por lo que quizás permanezca.

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