Serena belleza que puede esconder una tragedia global. Imagen: Reuters
A corto plazo, por supuesto, un meteorito o asteroide de gran tamaño que choque con nuestro planeta puede significar el final de toda o de la mayor parte de la humanidad y de gran parte de la fauna y la flora planetaria. Es decir: una tragedia global.
A largo plazo, sin embargo, algunos científicos como el geólogo Ted Nield creen que un evento de esa magnitud puede ser algo beneficioso para la vida, ya que son factores que impulsan la evolución de nuevas especies.
Al chocar con la Tierra, el meteorito que acabó con los dinosaurios provocó un destello un millón de veces más brillante que el Sol, dejando instantáneamente ciegos a todos los dinosaurios y animales que tuvieron la desgracia de voltear a mirar.
Tampoco es que pudieran haber vivido mucho más. Segundos después la onda de impacto arrasaba con todo, con una fuerza un millón de veces más potente que si hoy detonaramos de una sola vez las bombas nucleares que tenemos guardadas en todos los arsenales del mundo.
A pesar de estas cifras de espanto, el meteroito que acabó con los dinosaurios tenía 'sólo' seis kilómetros de diámetro, pero impactó la superficie a 40 mil kilómetros por hora, abriendo un hueco de 160 kilómetros de diámetro y generando una bola de fuego que incineró un área circular de 1,600 kilómetros de diámetro.
El terremoto y el estruendo provocados se sintieron en todo el planeta, momentos antes de que olas de kilómetro y medio de alto -provocadas por la colisión- dieran la vuelta al mundo ahogando a millones de animales.
Pasado el primer momento, el polvo levantado por el impacto y las cenizas de los incendios oscurecieron la atmósfera provocaron una noche que duró una década, sometiendo a todo el planeta a un invierno letal. Fue el fin de la era de los dinosaurios, pero también el comienzo de la era de los mamíferos.
"¿Los dinosaurios? Simplemente tuvieron mala suerte" dice Nield. Imagen: Corbis
De no haber caído el meteorito, nuestra historia evolutiva hubiera seguido un rumbo muy distinto. Probablemente los dinosaurios seguirían "reinando" mientras que nosotros, todavía con la apariencia de roedores, seguiríamos arrastrándonos en madrigueras, comiendo insectos y yerbas y sirviendo de alimento a los animales más grandes.
"Desde los ochentas, cuando se supo que los dinosaurios habían muerto (al menos en parte) por el impacto de un meteorito, los hemos visto negativamente", dice Ted Nield, para quien la repetición de ese escenario es poco probable, ya que son pocos los meteoritos de ese tamaño que andan en las cercanías.
Pero Nield ni siquiera culpa al meteorito de haber acabado con los dinosaurios. Cita a el profesor Gerta Keller de la Universidad de Princeton, quien afirma que los dinosaurios sobrevivientes al impacto del meteorito murieron trescientos mil años después, por una erupción volcánica gigante ocurrida en lo que hoy es la India, fenómeno que alteró gravemente la atmósfera.
Para Nield entonces los meteoritos no son "agentes de la muerte" sino "precursores de la vida". Para sustentarlo afirma que hace 470 millones de años (antes del asteroide que acabó con los dinosaurios) una lluvia de meteoritos bombardeó la Tierra, cambiando las condiciones de sobrevivencia y motivando la aceleración de los procesos evolutivos.
Otros científicos creen que los impactos de meteoritos sirven para limpiar de bosques muertos las superficies de la Tierra, haciendo que los nutrientes regresen al suelo y los bosques renazcan más sanos y fuertes. También se señala que muchos de los componentes básicos de la vida han llegado a nuestro planeta en meteoritos.
Otros fenómenos naturales nos resultan más peligrosos. Es más probable morir por un accidente aéreo, un incendio o un terremoto que a causa de un meteorito, por lo que Nield aconseja tomarlos con respeto, pero no con miedo.
Información del Dailymail.co.uk. Versión, edición y traducción de Sophimanía
1 comentario:
El verdadero meteorito somos nosotros, pero mucho me temo que no presentaremos las mismas características positivas que los de roca.
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