viernes, 29 de abril de 2011

El pederasta Maciel: el lado oscuro de Juan Pablo II


Pederasta Maciel y su protector. Foto: Es País.com

"¿Cuándo le vino la idea de crear la Legión?", le preguntó Juan Pablo II a Marcial Maciel la primera vez que cenaron juntos. "A los 15 años ya tenía claro que quería crear una congregación de sacerdotes para instaurar el reino de Cristo en la sociedad" respondió el pederasta.

El Papa reflexionó y continuó: "Pues sabe usted, padre Maciel, yo a los 15 años aún no había sido ordenado y no se me pasaba por la cabeza llegar a ser Papa". Según un religioso que presenció la conversación, los dos rompieron a reír.

Cuando Wojtyla accedió al papado en 1978, Maciel ya era pederasta. Ya había tenido relaciones con mujeres; ya sufría una adicción a los opiáceos y llevaba décadas de manejos económicos. Controlaba con mano férrea a sus chicos presos en su particular voto de silencio; era señor de mentes y haciendas en la Legión de Cristo. Pero todo su poder poco tenía que ver con lo que conseguiría de la mano del nuevo pontífice.

En 1978, la Legión de Cristo era apenas una congregación profundamente conservadora creada por un ambicioso sacerdote mexicano, que aún no tenía aprobadas sus Constituciones, secretista, poderosa en México y con presencia entre las élites reaccionarias de España, Italia, Irlanda y EEUU. Con Juan Pablo II, Marcial Maciel conseguiría una influencia que nunca pudo imaginar.

Maciel era un genio como recaudador, sus seminarios estaban llenos y presumía de no ir ni un paso atrás ni delante del Papa. Y, por si fuera poco, apoyaba económicamente a Solidaridad, el sindicato católico creado en Polonia en 1980 y dirigido por Lech Walesa que estaba minando los cimientos del régimen comunista de parte del nuevo Papa.

Durante el papado de Wojtyla, la Legión sería la congregación católica de mayor crecimiento. Cuando Wojtyla llegó al Vaticano, contaba con 100 sacerdotes. A su muerte tenía 800 y más de 2,000 seminaristas repartidos en 124 casas por todo el mundo. Universidades en México, Chile, Italia y España; facultades de Teología, Filosofía y Bioética. Más de 130,000 alumnos. Y 20,000 empleados en su grupo económico Integer. La cifra que más se ha repetido sobre el valor de los activos de la Legión en los últimos años es de 37,000 millones de dólares.

Después de un Papa de dudas como Pablo VI, llegó en 1978 Karol Wojtyla, un Papa de certezas. Encontró sus reclutas en el Opus, los Kikos, Lumen Dei, los carismáticos, Comunión y Liberación, Schoenstatt, San Egidio y en la Legión de Cristo. Juntos se montaron en la máquina del tiempo y rebobinaron hasta los años cincuenta. Hasta una Iglesia con un poder centralizado, sin lugar para la disidencia. Maciel sería uno de los mariscales de campo.

Según Maciel, Juan Pablo II y él se conocieron en enero de 1979, dos meses después de que Wojtyla fuera elegido sucesor de san Pedro. Al nuevo Papa se le metió en la cabeza que su primer acto de masas fuera de Italia tenía que ser en México, un país con más de 80 millones de católicos en las puertas de EE UU y la Centroamérica de la Teología de la Liberación. Había que arrebatar América a las garras del comunismo.

En enero de 1979, Wojtyla estaba decidido a realizar ese viaje. Pero el Gobierno mexicano no lo tenía tan claro. México y la Santa Sede no mantenían relaciones diplomáticas. México era un Estado profundamente laico con una constitución anticlerical. Pero a la vez contaba con un catolicismo muy emocional, de sangre. Su legislación implicaba que en el caso de que Juan Pablo II visitara México, no lo podría hacer como jefe de Estado, sino como un "turista ilustre"; no sería invitado oficialmente por el presidente José López Portillo. No podría celebrar la misa en espacios abiertos. Con su apuesta de visitar México, Wojtyla se la jugaba. Justo al comienzo de su pontificado.

En esto apareció Maciel, amigo y confesor de la madre y hermanas del presidente mexicano. Habló con ellas y se obró el milagro. López Portillo invitaría al Papa y le recibiría en el aeropuerto. Juan Pablo estaría autorizado a decir misa al aire libre ante cientos de miles de fieles. Y la visita sería transmitida por televisión.

A nadie en Roma le importó que corrieran los rumores contra el superior de los legionarios; que en algún rincón de la curia se escondiera un grueso dossier sobre sus andanzas. Juan Pablo II las ignoró. Y durante casi tres décadas no dejó de recompensar la lealtad de Maciel.

En los años siguientes, Wojtyla aprobaría las Constituciones de la Legión sin cambiar una coma, ordenaría en el Vaticano a 59 legionarios e invitaría a Maciel a fiscalizar varios sínodos de obispos en Europa y Latinoamérica. Favoreció la creación de la universidad pontificia de los legionarios en Roma y la implantación de la congregación en Chile. Y llegó a definir a Maciel como "guía eficaz para la juventud".

Y cuando las cosas se comenzaron a poner mal para Maciel tras la publicación en The Hartford Courant de las primeras denuncias por abusos sexuales, en febrero de 1997, el Papa hizo oídos sordos. En uno de los últimos actos de la Legión que presidió al final de su vida, Wojtyla aún homenajearía a los miembros de la Legión de Cristo elevando la voz y sobreponiéndose a su enorme debilidad: "Se nota, se siente, los legionarios están presentes".

Cuando el obispo mexicano Carlos Talavera entregó en 1999 una carta al cardenal Ratzinger, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe y hoy Papa, que detallaba los abusos de Maciel sobre el ex sacerdote legionario Juan Manuel Fernández Amenábar, la respuesta de Ratzinger fue concluyente, según declaró después ese mismo obispo: "Lamentablemente, no podemos abrir el caso del padre Maciel porque es una persona muy querida del santo padre, ha ayudado mucho a la Iglesia y lo considero un asunto muy delicado".

Tendría que morir Juan Pablo II en abril de 2005 para que el affaire Maciel se reactivase. Y ya nada podría salvarle de la condena.

Información de ElPaís.com. Resumen de Sophimanía

4 comentarios:

Mauricio Rozas Valz dijo...

Al respecto Pablo, podría asegurar que ya leíste 'La Puta de Babilonia' del colombiano Fernando Vallejo, pero por si acaso, te lo recomiendo. Es quizás, uno de los ensayos mejor fundamentados que se ha escrito sobre la historia oscura de la iglesia, y además, en el lenguaje ameno y visceral propio de Fernando Vallejo.

Pablo Vasquez dijo...

Hola Mauricio, siempre gracias por tus visitas y sus comentarios. Tengo un ejemplar de "La puta de Babilonia" y lo he leído. Si bien rescato la información interesante sobre los entretelones religiosos, precisamente "el lenguaje visceral" de Vallejo es una de las características que menos me agradan. Creo que un tono que, manteniendo la ironía y el humor, recurriera menos a los adjetivos de alto calibre, distraería y menos y generaría menos rechazo entre los creyentes. A mí me gusta más el estilo de Chris Hitchen por ejemplo, que mantiene la claridad, el humor y la ironía sin llegar a los extremos del colombiano. Gracias otra vez por tus aportes. ¡Un abrazo!

Mauricio Rozas Valz dijo...

Hola Pablo, ayer estuve en la inauguración de El Virrey de Miraflores -incluso me entrevistaron los polizontes- y ojeando y hojeando... encontré un libro de título 'La biblia del ateo' con frases de celebridades en torno al tema. Muy ameno, sólo 89 luquitas. Quizá te interese.
Un abrazo
Mauricio

Pablo Vasquez dijo...

¡Gracias por el dato! =)

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Impulsamos el conocimiento de temas que por coyunturas políticas, pasan a 2do plano. Creemos que solo nuestro instinto por saber, conocer, explorar, cuestionar, construir, ha permitido que nuestra especie ocupe este espacio-tiempo, y por lo que quizás permanezca.

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Ver el mundo con ojos nuevos. Rebelarse contra la información estandarizada. No dejarse doblegar por el sistema, la educación pasteurizada o el circuito estético consumista imperante. Ser libre, o lo más libre posible, empezando por tu mente y tu cerebro.

Un blog de Claudia Cisneros