miércoles, 22 de abril de 2009

Comida chatarra "secuestra" nuestros cerebros



El doctor David Kessler admite que su cerebro ha sido secuestrado por ciertos alimentos. No por manzanas o zanahorias sino por pretzels y chocolates de una dulcería de su ciudad. El siente deseos por comer golosinas cada vez que pasa por ahí, pero rara vez detiene su carro.

No se trata de una "adicción" propiamente dicha, pero sí de algo similar. Kessler lo ha investigado y lo llama "hiper apetito condicionado", un impulso muy fuerte por comer grasas y azúcares concentradas, incluso en momentos en que el apetito por consumir comida normal está satisfecho.

Basándose en su investigación, que publicará próximamente en un libro, Kessler (el ex-jefe de la Agencia Estadounidense para Fármacos y Alimentos) afirma que algunas personas pasan momentos muy duros tratando de controlar su impulso por la comida chatarra.

Según él, esto explica en parte la epidemia de obesidad que sufre Estados Unidos y cree que es necesario hacer una campaña de salud pública que cambie la forma en que las personas y la industria alimentaria entiende y se relaciona con los alimentos.

Para Kessler, la industria de alimentos estadounidense ha explotado y magnificado el impulso humano por las grasas y los azúcares, por lo que debe tomar responsabilidad en la solución del problema.

El impulso por consumir comida chatarra se refuerza en procesos análogos a los de cómo se crean adicciones a las drogas, todos asociados a la producción de dopamina en el cerebro, el neurotransmisor del placer.

Por supuesto, este no es el único factor que explica la obesidad, también están los patrones de actividad física, metabolismo y trabajos sedentarios, pero Kessler insiste en que los lugares donde se vende comida deben ofrecer en sus menúes alternativas saludables a sus platos saturados de grasas, sal y azúcares.

Kessler cree que es posible reeducar gradualmente nuestros impulsos por comida chatarra buscando satisfacción en alimentos más sanos o en actividades alternativas y placenteras como pasear o escuchar música y evitando las tentaciones y las publicidades engañosas en las que el consumo de comida chatarra se asocia a "buenos momentos".

Y una vez que lo consiga, no hay que confiarse. La poder de tentación del azúcar y de las grasas es muy alto y seguramente forman parte ya de nuestras redes neurales más profundas. Uno puede resistirse a un pastel por un buen rato, pero si la tensión aumenta y el pastel está cerca, es muy probable que terminemos dándonos un atracón.

Información de AP. Versión, edición y traducción de Sophimanía
Artículo original y completo (en inglés) aquí

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