Humildes policías e indígenas muertos: un saldo inaceptable que es responsabilidad
de nuestra sociedad en su conjunto. Fuente: DHPeru.orgMientras el discurso oficial del gobierno pretende sustentar una ilusión según el cual nuestro país se encuentra en una vía rápida de progreso económico y social (vía que estaría despertando la "envidia de nuestros vecinos"), lo que ocurre en la
amazonía pone de manifiesto una verdad menos halagüeña y menos optimista: el Perú sigue sin resolver profundas heridas internas, heridas que -precisamente- ponen en riesgo el futuro de todos, como nación.
Y lo que es más grave: la "inteligencia política" no parece estar muy consciente (o al menos dispuesta) a darse por enterada. De otra forma no se explica el empecinamiento en reducir lo que ocurre en la
selva a un simple problema de "desinformación", "manipulación", "injerencia extranjera" o "imperialismo" entre dos "bandos".
A la terrible y violenta visión de los
cadáveres de humildes policías y nativos muertos entre sí, se hace evidente -para quien quiera verlo- que el marco del problema es mucho más amplio y antiguo y atraviesa todos los ámbitos de nuestra sociedad. Por un lado una histórica desatención e irrespeto hacia las
poblaciones amazónicas, paralela a un saqueo creciente de sus recursos, con elevados costos medio ambientales.
Este proceso de siglos -que es expresión clara del
racismo y la miopía del
centralismo político de la costa- ha minado las bases de cualquier entendimiento en el presente. Es verdad que las
comunidades indígenas se muestran hoy intransigentes, violentas y radicalizadas, pero esa no es expresión de su cosmovisión, es expresión del maltrato al que ha sido sometida su cultura, incluso desde tiempos precolombinos.
Mientras que el gobierno siga viendo a la selva como un
botín económico y la oposición como un
botín político, el conflicto no hará otra cosa que escalar. Urge entender aquí que no se trata de "bandos" (en el sentido de fuerzas opuestas equivalentes). Es verdad que hay un enfrentamiento, pero ¿cuál de las dos partes tiene (o debería asumir responsablemente que tiene) mayores recursos económicos, políticos e intelectuales para resolverlo?
Creemos que el gobierno. Acusar a las
poblaciones indígenas de estar manipuladas y pretender que ese argumento resista medidas de fuerza es, como los hechos de sangre han demostrado, irresponsable e irreal. Nuestra
democracia -que es expresión y representación de todos, incluyendo a los indígenas- debería ser más inteligente y más responsable que eso.
La única forma de que las últimas
muertes de policías e indígenas no sean en vano, es que señalen un punto de partida, una oportunidad para un entendimiento mucho más amplio, que no se pierda en la letra menuda de una ley, sino que busque sanar las heridas más profundas, heridas que nos siguen desangrando, a todos.
Comentario de Pablo Vásquez para Sophimanía