viernes, 9 de septiembre de 2011

Hallazgo: nuevos fósiles replantean el linaje evolutivo humano


Australopitecus sediba: un simio sorprendentemente "humano". Foto: Wikimedia.org

En agosto del 2008 dos niños de nueve años atravesaron los caminos de Sudáfrica, pero no jugaron, no hablaron ni se sonrieron el uno al otro. Uno era Matthew Berger, el hijo del paleonantropólogo Lee Berger, de la Universidad de Witwatersrand (Johannesburgo). El otro era un niño desconocido, un australopitecus sediba, un prehumano de casi dos millones de años, del que sólo quedaban sus huesos fosilizados.

En esa zona, a 48 kilómetros al noroeste de Johannesburgo, se habían hallado antes otros fósiles, pero los restos que llevaba Matthew, que incluían los de una mujer adulta, serían objeto de varios titulares en medios científicos, y por buenas razones: los esqueletos estaban en muy buen estado y sus características sugerían que se trataba de una especie transicional entre pre-humanos y los homo sapiens modernos.

"El sediba se está convirtiendo en uno de los más intrigantes homínidos jamás descubiertos" dice Berger. "Muestra un mosaico de características compartidas entre homínimos antiguos y modernos".

La evolución desde un simio hasta un humano ha sido larga y compleja. El Australopitecus (entre los que está la famosa "Lucy") está en un extremo, con una antiguedad de entre dos y cuatro millones de años. Sigue el "homo habilis" o "hábil con las manos", nombre que recibe gracias a sus notables habilidades para fabricar herramientas, fechadas alrededor de 1.9 millones de años. Del habilis continúa el homo erectus, fechado entre 1.8 y 1.3 millones de años. El homo sapiens entra a escena hace relativamente muy poco, unos 200 mil años.

Pero entre estas especies conocidas hay todavía mucho espacio para descubrir más fósiles de especies transicionales.

Pero los descubrimientos en Sudáfrica están cuestionando ese panorama. Tras tres años de estudios, los 220 huesos hallados (pertenecientes a unos cinco individuos) han comenzado a dar sorprendentes indicios. En primer lugar: el cerebro.

El tejido cerebral no se fosiliza, pero sí deja huellas en los huesos del cráneo. Gracias a ellas y al uso de complejos programas de cómputo, se ha podido determinar que los cerebros de los sediba tienen una gran semejanza con los nuestros lo que probablemente les permitió algún nivel de autoconciencia y abstracción. Esto a pesar de que estos cerebros todavía eran pequeños comparados con los nuestros. Esto contradice la teoría antes aceptada que el cerebro se hizo complejo al crecer.

Otro hallazgo contradice la "hipóstesis obstétrica" según la cual la pelvis femenina cambió de forma para permitir el nacimiento de bebes cabezas más grandes, como es el caso de los humanos. En los sediba la cabeza seguía siendo pequeña, pero sus pelvis ya muestra una forma moderna.

"Algunas partes de la pelvis de los sebida son indistinguibles de las pelvis humanas" dice Job Kibii, investigador de la Universidad de Witwatersrand.

Y no sólo la pelvis. Las manos y los pies de los sediba también lucen como la de los humanos, incluyendo el arco y el lugar del tendón de Aquiles. El hueso del talón, sin embargo, luce más primitivo incluso que el de Lucy. Esto sugiere, para el investigador Bernhard Zipfel, que los sediba caminaban de una forma única, no exactamente como nosotros.

Nada indica "humano" como el pulgar oponible y la manera precisa de agarrar, y los sediba tienen ambos. Sus dedos también son relativamente del tamaño de los nuestros.

Los sediba no tienen las respuestas definitivas que buscamos desde hace siglos, pero sí muestra claramente que nos falta mucha investigación para completar el mapa de nuestra evolución. Hay, todavía, muchas preguntas cuyas respuestas siguen escondidas en los parajes del mundo. Es nuestro trabajo hallarlas.

Información de Time. Versión, edición y traducción de Sophimanía

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