Galileo Galilei... ¡Feliz cumpleaños! Imagen: Wikipedia
Al contrario de la forma en que suele presentarse, Galileo Galilei (1564 - 1642), una de las mentes más brillantes de la historia de la humanidad, era un católico, un creyente religioso, como casi todas las personas ilustradas de su época.
En los siglos 16 y 17 en los que vivió, no había una clara conciencia de la separación que existe entre la ciencia y la fe, tal como la entendemos ahora. Para los pensadores de esa época, especialmente en los países monárquicos bajo "dictaduras absolutistas religiosas", la ciencia no hacía otra cosa que develar la grandeza de la creación de dios.
Sin embargo, la iglesia católica de ese tiempo no tuvo ni la inteligencia ni la visión para capitalizar esos esfuerzos científicos a su favor y gloria, algo que la habría beneficiado enormemente. Por el contrario, sus autoridades, en su miedo, en su ignorancia, en la pretensión de que eran dueños de una verdad absoluta e inamovible, trataron de impedir mediante amenazas, violencia y muerte los nuevos descubrimientos, especialmente aquellos que en opinión de los teólogos no coincidían con lo que ellos interpretaban de la Biblia.
Imaginemos la noche en que Galileo terminó de poner a punto su primitivo telescopio y lo dirigió hacia la Luna y las estrellas, una simple acción que sin embargo creó la astronomía moderna al tiempo que abrió ante nuestros ojos un nuevo y enorme campo de saber, todavía hoy inexplorado en su mayor parte.
¿Qué escalofrío recorrió su cuerpo? ¿Qué fascinación sacudió su mente? ¿Qué agitación de su corazón acompañó ese solitario pero fundamental momento de nuestra historia como especie, como frágiles bípedos pensantes y autoconcientes?
Todavía hora, siglos después, los astrónomos aficionados o profesionales -no hay en ese punto distinción que valga- sentimos algo de ese vértigo, de esa emoción, de esa dicha, cuando enrumbamos nuestros modernos telescopios hacia el vecindario cósmico para ver un poquito más de cerca a la Luna, a Marte, a Saturno o a Júpiter.
¿Qué enorme decepción habrá sentido Galileo ante los curas de su tiempo, que en lugar de celebrar el prodigio de la mente humana en pos de las certezas de la ciencia, ni siquiera aceptaron mirar por su telescopio? En la soberbia absurda de quienes se sienten dueños y administradores absolutos de una 'verdad revelada', las autoridades religiosas de ese momento no sólo se negaron aceptar las investigaciones científicas de Galileo, insistieron en que debían ser desacreditadas, destruidas.
Como se ve, no se trató de una caricatura en la que por un lado estaba la iglesia católica y del otro un "diabólico ateo". Galileo era creyente y estaba convencido tanto de que la Tierra giraba alrededor del sol como que esos prodigios expresaban la gloria de un creador todopoderoso. Quienes pretendían quemarlo vivo no defendían a dios, defendían la idea de que ellos, y sólo ellos, tenían la potestad de interpretarlo.
Galileo tuvo que retractarse, a pesar de que tenía razón. No hacerlo le habría costado la vida, como le costó a Giordano Bruno, otro católico (y teólogo y pensador) que veía la grandeza de dios en el aparente orden del cosmos, en la infinitud del universo, en la posibilidad de que hayan seres vivos en otros planetas, ideas por las que la Inquisición lo quemó vivo en el año 1600.
O como le costó a la filósofa, astrónoma y matemática Hipatia, desollada viva por los primeros cristianos, los mismos que quemaron la Biblioteca de Alejandría, destruyendo la mayor parte del conocimiento filosófico y científico acumulado en la primera parte de la historia de la humanidad.
Ser el padre de la astronomía moderna sería más que suficiente para tener a este italiano en la lista de los más grandes pensadores y científicos de la historia, pero Galileo hizo bastante más que eso. Astrónomo, físico, matemático y filósofo, fundamentó de manera brillante el heliocentrismo y sentó las bases de la mecánica y la ciencia moderna.
Hoy cumple 447 años de haber nacido. Su cuerpo y su mente ya han desaparecido, pero su visión está más vigente que nunca, su ejemplo de rigurosidad, su afán por la experimentación, su fascinación por el estudio científico del mundo y del universo.
Aunque el telescopio espacial fue bautizado con el apellido de otro gran
astrónomo (Hubble), lo cierto es que su existencia le debe más al trabajo
pionero e inspiración legadas por Galileo a la humanidad. Foto: NASA
Muchas de sus hallazgos y desarrollos científicos siguen tan vigentes como el día que los publicó, otros han sido superados y mejorados por el aporte de otras mentes. Pero así funciona la ciencia, perfeccionándose y mejorándose a sí misma, en un afán precario pero a la larga, enaltecedor, algo que Galileo ya había entendido y sabido complementar con su fe religiosa y su creencia en dios.
Los perseguidores de Galileo también siguen con nosotros. Ya no tienen el poder absoluto que les permitía asesinar impunemente a personas en la hoguera por el simple hecho de que pensaran distinto, o el poder de hacer que los científicos se retracten sin más de sus hipótesis, pero aquí están, aplaudiendo que policías obtusos apaleen pacíficos ciudadanos que no hacen otra cosa que expresar públicamente sus afectos, oponiéndose a los métodos anticonceptivos, a que personas del mismo sexo consoliden institucionalmente su amor, a que las mujeres ejerzan el legítimo derecho a la autonomía sobre sus propios cuerpos.
Es por eso que es tan importante recordar a Galileo y días como su cumpleaños nos dan el pretexto perfecto. Su genio y su ejemplo, sus aportes al método científico mejoran e inspiran nuestras vidas hasta hoy. Así que decirle "¡Feliz cumpleaños, maestro Galileo!" no es más que una mínima y justísima retribución.
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Pablo Vásquez para Sophimanía
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