Imagen: Growingagreenfamily.com
Parece que actualmente es fácil "ser verde". Demasiado fácil. Cuando vamos de compras nos rodean productos "naturales" o "amigables con el medio ambiente", desde cortinas de baño y bolsas reciclables hasta cosméticos, ropa y electrodomésticos.
Los norteamericanos parecen haber conseguido, una vez más, combinar la preocupación por el medio ambiente y el destino de la Tierra con su deporte favorito: comprar. Según una encuesta de Gallup, el 76 por ciento de estadounidenses se preocupa por comprar cosas que sean buenas para el planeta.
Es un buen esfuerzo, que va acompañado de compromisos como usar menos agua al ducharse, reciclar, caminar o ir en bicicleta en lugar de usar el carro o presionar a los políticos de turno para que saquen adelante leyes que protejan el medio ambiente.
Al mismo tiempo escuchamos noticias de cómo en algunos lugares se ha reducido la lluvia ácida o que ciertos bosques han sido protegidos o que se ha puesto en marcha leyes que luchan contra la contaminación y el calentamiento global.
Todo esto crea la impresión de que por fin, los humanos "estamos haciendo algo bueno" por nuestro planeta. Pero es una impresión que tiene sus riesgos pues nos hace sentir más seguros, cuando en realidad no lo estamos.
Sin duda comprar productos amigables con el medio ambiente y apoyar hábitos menos derrochadores es bueno, pero ojo gente: NO ES SUFICIENTE. El problema medio ambiental que como especie afrontamos es mucho más grande de lo que estas medidas pueden cambiar o mitigar.
En su libro "Lo verde va mal", la periodista Heather Rogers dice que estamos desarrollando un "medioambientalismo perezoso" que nos hace sentir mejor, pero nos distrae de la verdadera tarea pendiente: cambiar la matriz energética del planeta.
El daño que hemos hecho a la Tierra y seguimos haciendo no va a desaparecer eligiendo bolsas reciclables en el supermercado, ni repitiendo el mantra "compra verde", ni sacando la tarjeta de crédito de la billetera. Nos va a acompañar por décadas.
Hay que presionar y trabajar más para conseguir controles más significativos de las emisiones de gases con efecto invernadero. Hay que apoyar más decididamente la investigación y popularización de nuevos tipos y fuentes de energía, como la solar y la eólica. Son metas más difíciles, más incómodas y que exigen más compromiso y dinero de nuestra parte, pero son las que realmente pueden hacer un cambio.
Los norteamericanos de hoy producen 38% más basura que los norteamericanos de 1970. En un mes emiten unos 460 millones de toneladas de CO2 mientras el mundo pierde dos millones y medio de acres de bosques. Como se ve, ahora es fácil "ser verde", pero lo que sigue resultando difícil es "ser efectivo".
Resumen, adaptación y edición de un artículo de Sharon Begley publicado por Newsweek.
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