El número de felinos salvajes en el mundo cae en picada. Del tigre, el más grande y emblemático de todos ellos, quedan unos tres mil. Quizás dos mil quinientos. El biólogo especialista en felinos, Alan Rabinowitz, fue entrevistado hace poco por el portal Environment 360, site sobre estudios ambientales y bosques de la prestigiosa universidad de Yale.
Por más de 30 años Alan Rabinowitz ha estudiado tigres, jaguares y otros felinos salvajes en algunas de las regiones más exóticas del mundo. Ha ayudado a crear parques y santuarios para proteger felinos en lugares tan disímiles como Belice y Burma.
Pantera, su organización conversacionista, tiene por meta salvar a los felinos salvajes de todo el planeta coordinando con otros grupos, profesionales y gobiernos la creación de áreas protegidas y refugios, y el desarrollo de estrategias efectivas que eviten que estos animales sigan muriendo.
Rabinowitz cree que todavía hay suficientes hábitats para salvar a los felinos y permitir que sus poblaciones aumenten, pero para que esto ocurra los grupos ambientalistas deben trabajar intensamente, en coordinación con los gobiernos, para impedir la caza ilegal y otros factores que atentan contra la vida de estos animales.
Foto: Guardian.co.uk
Según Rabinowitz, "alguien tiene que hacerse responsable" para que la extinción no ocurra, para él ese "alguien" tiene que ser la comunidad internacional de organizaciones conservacionistas. "No debe permitirse que se extinga ni una sola especie de felinos salvajes. Una sola pérdida hará al mundo inmensamente más pobre".
La especie más amenazada es la de los tigres. La gente caza, comercializa y come las presas que habitualmente cazan estos felinos, dejándolos sin alimentos. También los cazan a ellos para comerlos y preparar "medicinas" tradicionales. Su hábitat también ha disminuido de tamaño, pero aun así podría sustentar la vida de unos 30 mil tigres.
Otra amenaza es el comercio de medicinas en China, para el cual el tigre es un "insumo insustituible". El boom económico del gigante asiático ha agravado la situación pues ahora hay más chinos con el dinero suficiente para comprar estas "medicinas" hechas de huesos y otras partes de este felino.
Gracias a esta demanda, en Mianmar o la India o Tailandia una familia puede cambiar su posición económica matando un tigre. La hija podría tener una dote que le permita casarse, el padre podría convertirse en un comerciante con el dinero conseguido. En esos países el tigre es como una mina de oro. El tema es: ¿Cómo le damos vuelta a esa situación?
Situaciones similares están ocurriendo en todas las zonas del mundo donde hay tigres salvajes: su número cae en picada. Ante esto la idea de Rabinowitz es no perder los recursos ni los esfuerzos en miles de iniciativas pequeñas y mal elaboradas. Lo que él está buscando es coordinar a nivel global todas las entidades conservacionistas para juntas hacer un plan de inversión más realista y responsable.
Desde hace cuatro años la organización de Rabinowitz está eligiendo los lugares del mundo donde es más probable tener éxito (lugares donde los gobiernos son permeables al problema y brindan su apoyo), ahí invierten recursos y tiempo, quedándose ahí cuanto sea necesario para vencer las amenazas.
El programa se llama "Tigres por siempre" e invierte dinero comprando terrenos y evitando que los cazadores y traficantes entren a ellas. El resultado ha sido alentador en lugares como Hukawng, en la frontera entre Tailandia y Birmania. Hace veinte años los tigres de esa zona estaban desapareciendo. Actualmente la situación ha dado un giro y su número se está recuperando.
Ha sido posible gracias al interés del gobierno tailandés, más la supervisión estratégica y el monitoreo de los felinos por parte de las entidades conservacionistas. Así, Hukawng se ha convertido en un modelo exitoso que puede ser analizado y replicado por otros países y organizaciones.
Experiencias similares están desarrollándose en India y Birmania. Con el apoyo gubernamental se cierran mercados donde se vendía carne de tigre, se confiscan las armas a los cazadores, se los mete en la cárcel, se les dice a la gente de la zona: "sabemos que ustedes tienen la tradición de cazar tigres, bueno pues, esa tradición no puede seguir adelante". Si bien hay leyes de protección en muchos países, los gobiernos no tienen el interés necesario en hacerlas cumplir.
Pero Rabinowitz insiste en que "alguien tiene que hacerse responsable" y ese alguien tienen que ser las organizaciones conservacionistas, no los gobiernos. "Muchas entidades conservacionistas dicen 'hemos hecho esto y lo otro y aun así el número de tigres cae, no somos responsables por eso' eso es basura -dice Rabinowitz- así como aceptamos el dinero que la gente nos da para salvar a los felinos salvajes, así también tenemos que aceptar la responsabilidad de su supervivencia".
Situaciones análogas a las del tigre la padecen leones, jaguares y todos los grandes felinos del mundo. Su número decrece. Pero a pesar de que los humanos estamos rumbo a la marca de los nueve mil millones de personas, Rabinowitz está convencido de que hay espacio suficiente para que estos grandes animales recuperen sus números y salgan del peligro de la extinción.
Rabinowitz es un fanático de los grandes felinos, con los que siente una especial conexión. "Tienen una gran energía, pero cuando la conoces de cerca te das cuenta que no es una energía negativa ni peligrosa. Es lo contrario. La fuerza de los grandes felinos es poderosa. Cuando estás ante ella te sientes abrumado, humilde, te das cuenta que en el mundo hay cosas mucho más grandes que tu".
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Información de la Guardian.co.uk. Versión, edición y traducción de Sophimanía
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