miércoles, 10 de febrero de 2010

Hugo Chávez, el rey de la expropiación


Comenzaron su día sin saber que al final de la jornada estarían sin trabajo
y sin centro laboral, debido al "hucarán Chávez". Foto: Diario Atlántico

La expropiación es una herramienta legítima del Estado de derecho. Le permite a un gobierno, en aras del interés público y el bienestar general, comprar la propiedad de un bien inmueble, aun cuando el legítimo propietario no esté de acuerdo. También se llama "apropiación coactiva".

El uso de esta herramienta está reglamentado. Su aplicación está sujeta a estudios técnicos, avisos, negociación entre ambas partes y al pago oportuno de un justiprecio. De igual forma, el afectado tiene la facultad de objetar la decisión gubernamental frente al Poder Judicial.

Se expropia normalmente para hacer carreteras, hospitales, represas, colegios y otras obras de infraesctructura, o para llevar a cabo políticas de Estado que tengan que ver con redistribución de espacios urbanos o de sistemas de propiedad.

Chávez en su programa de televisión "¿Aló Presidente?" ordenando expropiaciones
"al paso". Video: Televisión Nacional de Venezuela

En los países en vías de desarrollo, donde las instituciones generalmente no tienen ni la solidez ni la solvencia ténica y moral que garanticen un funcionamiento indendiente y sujeto a ley, la expropiación, por desgracia, ha servido para otros fines: venganza política, amedrentamiento de los opositores, desarrollo de políticas populistas y control de medios de comunicación, cuando no simple y descarado robo por parte del estado en interés de particulares, mafias o grupos de poder indeseables.

En el Perú todos recordamos la experiencia de la Reforma agraria, capítulo que, décadas después, no está cerrado. O la expropiación de los diarios y los canales de televisión o el intento de Alan García por expropiar la banca durante su primer gobierno.

Aunque en nuestro país la mayor parte de abusos de este tipo ha quedado atrás, otros países de la región no tienen la misma suerte. Venezuela, una vez más, es el ejemplo más triste de la aplicación arbitraria y populista de este recurso. Para muestra, un video de la televisión estatal de ese país.

En el se ve a Hugo Chávez caminando por la Francia, lugar que concentra desde hace décadas a los más prestigiosos joyeros del centro de Caracas. Ahí, el presidente camina seguido por un grupo de incondicionales partidarios y cámaras de televisión de la televisión nacional. En un monólogo que resulta a la vez triste e hilarante, Chávez va preguntando a el intendente Jorge Rodríguez: "¿Ese edificio qué es..?"; "¿Y ese de allá?"

Tras las respuestas, que van desde "comercio privado", "locales comerciales", etc, Chávez sentencia a viva voz "¡Exprópiese!, provocando los aplausos y las sonrisas de sus seguidores y un servil "¡Cómo no señor presidente!" del intendente.

¿Estudio técnico? ¿Negociación? ¿Aviso a los afectados? ¿Necesidad pública? ¿Pago oportuno? ¿Posibilidad de objetar la decisión en un poder independiente? No, gracias. Simplemente un hombre que a su improvisado paso señala inmuebles a su antojo y ordena graciosa y arbitrariamente: "¡Exprópiese! ¡Exprópiese! ¡Exprópiese!", órdenes que apenas tres horas después ya eran consumadas, desalojando a comerciantes y trabajadores.

La justificación vino en palabras de Rosaida Hernández, presidenta del Concejo municipal: "Construir un museo histórico para que el poder popular pueda disfrutar de los espacios que le pertenecen".

¿Qué tal si Chávez hubiera decidido otra ruta para su caminata? ¿Qué tal si el negocio -cuyo nombre y características le importan un comino- es el fruto de generaciones de esfuerzo colectivo y su ubicación geográfica crucial para su supervivencia? ¿Qué hay de sus trabajadores? ¿Qué hay de sus derechos a tener un trabajo justo? ¿De las deudas que esos comercios tienen frente a otras instituciones y que ahora no podrán honrar?

¡Ave señor presidente! Foto: AP

Reacciones venezolanas

El presidente de Fedecámaras, Noel Álvarez, declaró en emergencia su sector pues "el Estado intenta engañar a la población creando figuras de propiedad que no están contempladas en la Constitución".

El Gobierno debería ocuparse de dar soluciones al grave problema eléctrico, en lugar de seguir insistiendo en acabar con la propiedad privada, tomando comercios, tierras y empresas que no muestran ningún resultado eficiente una vez que pasan a manos del Estado", afirmó Álvarez.

Por otro lado, el Presidente de la Cámara Inmobiliaria de Venezuela, Francisco Neri, dijo: "Con la expropiación se está atacando la libertad económica del país, además de generar desconfianza en los empresarios que deseen invertir."

El Estado de derecho y la democracia nacieron como respuesta histórica a los abusos de las monarquías y de los gobiernos absolutistas, donde un rey o señor feudal -con la anuencia de las autoridades religiosas- podía disponer de la vida y bienes de sus siervos según su capricho, lujuria e interés, sin tener que dar cuenta a nadie de sus decisiones.

Al igual que Chávez, un rey de la Edad Media podía caminar por las calles de su ciudad ordenando la vida o la muerte de los transeúntes amparado en la supuesta divinidad de ascendencia e "infalibilidad y sapiencia" de su juicio. Hoy Chávez apela al "espíritu de Bolívar" y a la "revolución bolivariana" para justificar la forma despótica de algunas de sus decisiones.

Por supuesto, el marco electoral del estado venezolano -cada vez menos independiente- permite a sus partidarios llamarlo "un presidente democrático". Pero para quien quiera verlo, el fondo queda bien evidente en momentos como estos, cuando Chávez -sin pudor alguno- juega a ser rey.

El "juego" hace sonreír y aplaudir a sus partidarios, pero no así a los venezolanos que están al otro lado de su índice, ciudadanos que ven transtornadas sus vidas, patrimonios y derechos por el capricho de un hombre que podrá ser llamado de muchas formas, menos "democrático".

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Pablo Vásquez para Sophimanía con información del diario Atlántico

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