Todo el equipo hizo realidad el sueño del personaje principal. Fuente: TNT
Ya es oficial: Steven Spielberg, rey Midas del cine contemporáneo, santificó el triunfo de lo improbable sobre el establishment hollywoodense, y nada menos que en la meca de la imaginería del sétimo arte: el teatro Kodak, durante la principal fiesta de la industria cinematográfica: la entrega del Oscar, edición número 81.
La protagonista del milagro fue Slumdog Millionaire, pequeña película de factura hindú con aporte occidental (Reino Unido y EEUU), tan acorde al espíritu global de los tiempos, y cuyo productor -Christian Colson- recibió de manos de Spielberg la famosa estatuita dorada.
Dev Patel frente a Anil Kapoor en la versión india de ¿Quién quiere ser
millonario? Fuente: Internet
Slum significa "barriada", "favela" o "pueblo joven". Literalmente slumdog sería "perro callejero", "perro de barriada", "vagabundo", pero en la India se refiere más a un tipo de niño pobre, generalmente huérfano o abandonado, que vive en la calle recurseándose dentro y/o fuera de la ley. Ya sea vendiendo caramelos en un bus o arranchando carteras en la calle, algo que nosotros llamamos pirañita.
Dev Patel como Jamal Malik, notable actuación. Fuente: Internet
Pirañita millonario o Slumdog Millionaire es la historia de Jamal Malik (en la novela original el nombre es Ram Mohammad Thomas) y su hermano Salim, dos niños sin padres que sobreviven en las calles de Mombay, desafiando y sobreviviendo las más crueles, trágicas y cómicas desventuras.
La historia es contada mediante flashbacks articulados -un recurso ingenioso y brillante- por las preguntas que le hacen a Jamal cuando -años después- participa en la versión india de ¿Quién quiere ser millonario?, programa de preguntas y respuestas de franquicia gringa (que en el Perú hizo Canal 13 con Guido Lombardi de conductor).
Azharuddin Mohammed Ismail y Ayush Mahesh Khedekar, dos hermanos
juntos en las escasas buenas y abundantes malas. Fuente: Internet
Cada pregunta del conductor remite a una circunstancia en la vida de los hermanos Malik, no a su "cultura" pues se trata de niños analfabetos e iletrados. Por esa magia que solo el cine puede lograr, Jamal ha vivido precisamente las experiencias que le permiten tener las respuestas a la mayoría de las preguntas aleatorias del programa, despertando la suspicacia de los organizadores que comienzan a buscar qué truco fraudulento puede estar usando este chico pobre para desafiar todas las probabilidades y tener éxito ahí donde los más diversos "sabiondos" no han pasado de la quinta pregunta.
En el tercer acto de la película, los flashbacks alcanzan el presente y espectadores y personajes corremos sin aliento hacia el desenlace romántico y policial, agridulce y violento a la vez.
Dirigida por el experimentado inglés Danny Boyle y la joven debutante india Loveleen Tandan, Slumdog Millionaire fascina por su fuerza narrativa, humor e ingenio, pero a la vez por su sencillez y su capacidad de conmover.
Por supuesto, no faltan quienes ven en la película una "falta de respeto" a la tradición y cultura del pueblo indio y quieren tomar esta pequeña obra maestra como prueba del prejuicio, desconocimiento e intolerancia occidentales hacia el Asia. Nada más bobo.
Slumdog Millionaire es totalmente fiel a la tradición del cine hindú, llena de héroes populares, historias inverosímiles y villanos impresentables. Si algo ha hecho Boyle es atemperar el estilo para hacerlo más digerible a la visión comercial/occidental, algo que logra totalmente, como su éxito y premios atestiguan.
La obra original, una exitosa novela llamada "Q&A" escrita por el diplomático indio Vikas Swarup, tiene un planteamiento ligeramente distinto, por lo que también destaca el mérito del guionista inglés Simon Beaufoy en la adaptación cinematográfica.
Co-directora debutante: Loveleen Tandan. Fuente: Internet
La historia de un chico pobre que por amor desafía las probabilidades para tentar la fortuna y la felicidad -que por nacimiento le han sido negadas- es también, curiosamente, una analogía de esta pequeña película mayoritariamente india que a fuerza de ingenio y vitalidad ganó el Oscar a mejor película frente a los pesos pesados del año como El curioso caso de Benjamin Button o Nixon/Frost.
Y no sólo ganó el Oscar a Mejor película. También a Mejor director (Danny Boyle), Mejor tema musical, Mejor fondo musical, Mejor guión adaptado, Mejor edición, Mejor sonido, y Mejor fotografía (ocho Oscars en total).
Si bien Benjamin Button tiene el mérito de entretener durante tres horas, está sobrecargada -para mi gusto- de toda esta pesada y visiblemente artificial pretensión gringa de "trascendencia y mensaje", maquillada por efectos especiales y por situaciones y lugares que -por más bien fotografiados y actuados que estén- no dejan de ser comunes o simplemente insostenibles o injustificados.
Loveleen Tandan y el notable elenco infantil. Fuente: Internet
La otra gran triunfadora de la noche del Oscar fue Wall•e la pequeña obra maestra de animación computarizada hecha por Pixar, donde los personajes principales son -contra todo pronóstico y receta- dos robots que apenas dicen sus nombres y una cucaracha indestructible.
En 1977 otra "peliculita" hecha con bajo presupuesto y pocas pretenciones venció todos los pronósticos convirtiéndose en un megaéxito de taquilla y de crítica: Star Wars, filme que significó un "antes" y un "después" en la historia del cine norteamericano al establecer como protagonista a los efectos especiales.
Si bien nadie discute los méritos e importancia de Star Wars, su éxito cambió por décadas el enfoque del cine estadounidense (el más influyente y rentable del mundo) volviéndolo más banal e inconsistente que nunca, demasiado preocupado en los efectos y no por las historias o los personajes.
Anoche, el triunfo de Slumdog Millionaire, otra "peliculita", podría cambiar -esta vez para mejor- esa situación para ponernos otra vez en el camino de un cine que si bien no deja de ser comercial y entretenido, puede darse el lujo de contar historias de personas comunes, corrientes y tercermundistas, utilizando actores desconocidos y sin mayores efectos especiales.
Reconocerlo es un mérito para la Academia de Artes y Ciencias cinematográficas, pero haberlo realizado es un triunfo indiscutible para un equipo de gente que a fuerza de pasión, talento y entrega pudo sacar adelante una obra maestra a pesar de contar con muy poco presupuesto; algo que es la expresión, precisamente, del espíritu del cine, una curiosidad que nació como atractivo de feria para convertirse poco a poco en un arte.
Comentario de Pablo Vásquez para Sophimanía
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