Fusilamiento por la espalda. Foto: ElPaís
¿Qué escribiríamos a nuestros seres queridos al saber que en unas horas seremos fusilados? "A las 4 me van a fusilar. Si vieras lo calmado que estoy mamá querida" escribió Robert Busillet, de 19 años, en la prisión de Fresnes en 1941. "Vive, tienes que vivir" anotó otro a su amada antes de caer bajo las balas de los nazis. "No tengo miedo, no es mi costumbre" fue el último mensaje a su familia del rehén Michel Dabat, abatido por el pelotón de fusilamiento en Nantes.
"Vivir a muerte" (Barril & Barral, 2009), es un libro conmovedor, compilado por el escritor francés Guy Krivopissko (La Vie a En Mourir: Lettres De Fusilles (1941-1944). Reúne centenares de cartas de franceses y extranjeros que sufrieron la pena capital, la mayoría fusilados por los nazis, aunque alguno en la guillotina o decapitado por hacha en Alemania. Dos son de mujeres. Todas fueron escritas entre 1941 y 1944.
"Voy a llevar en el pecho tus fotos para que me acompañen en el ataúd"; "mi alegría más grande sería que pensaras en mí lo menos posible y que rehagas tu vida"; "besos grandes, besos como sólo podemos dar cuando son los últimos"; "me gustaría que cuando el niño fuera mayor le habléis mucho de mí"; "no te olvides de mis zapatos, los llevé a arreglar, se los das a Maurice".
Las cartas están documentadas con el nombre del remitente y una semblanza. La mayoría se disculpa por el dolor que involuntariamente va a causar a sus seres queridos. Tratan de tranquilizarlos, mostrando valor, resignación, serenidad o sosiego.
La edición francesa. Foto: Internet
"Siempre soñé, mira tú por dónde, morir de pie un día en que el sol brillara" escribe Fernand Zelnikov, empleado de peletería parisiense de origen judío ruso, que participó en varios atentados contra soldados alemanes.
Es una constante en los hombres pedir a sus parejas que rehagan sus vidas: "Deseo que encuentres un buen proletario digno de ti" escribe a su mujer el tornero comunista y combatiente clandestino Maurice, que reconoce: "Es duro decir esto porque estoy celoso aun ante la muerte".
Hay reos de todas las clases sociales y profesiones. Las cartas son remitidas por las autoridades después de la ejecución. Varias son enviadas clandestinamente, incluso lanzadas por encima de los muros de la cárcel.
"Vénguenme", escribe Simon Fryd, que ha atacado con granadas a un destacamento de la Wehrmacht. Otros perdonan: "He cumplido con mi deber, sólo siento haber matado" escribe Émile Bertrand. Guy Môquet, de 17 años, detenido por pegar carteles contra los nazis escribe a su Odette: "Siento no haber podido tener lo que me prometiste". Henri Fertet, de 16: "No quiero venda en los ojos ni que me aten".
Fusilamiento con ametralladora. Foto: Iván Shapiro / Vadehistoria
"Hallaré valor pensando en tu amor"; "sabes que alguna vez hemos discutido, pero te quiero mucho". "Lamento profundamente no haberte hecho feliz" escribe otro, mientras que Paul Meyer escribe: "Un último largo, largo beso en tus labios".
"Creo que todo irá bien y sabré morir como un hombre". Otros son prácticos: "Dejo mi casaca de cuero, trata de recuperarla". Uno incluso recuerda devolver los volúmenes de La Pléiade prestados. "Haz editar mis poemas", escribe el armenio Missak Manouchian.
"Te escribo de pie, a la luz que pasa a través de la mirilla de la puerta"; "mi escritura es temblorosa, pero es que el lápiz es pequeño"; "sean fuertes como lo seré yo cuando las balas me sacudan"; "Ya vienen a buscarnos".
Información de ElPaís.com (Jacinto Antón). Resumen y edición de Sophimanía
1 comentario:
Es realmente un buen post.
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